jueves, 3 de octubre de 2013

El premio Sun-Tzu

 





Cuando empezó todo aquello de anunciar un ataque limitado norteamericano a Siria como represalia por haber pisado la línea roja de las armas químicas (ver Siria ¿engaño o incompetencia?), expresé mis dudas acerca de la naturaleza de lo que se estaba haciendo público. Una posibilidad -en aquella fecha- era que se tratase de un engaño, es decir, de una operación de decepción operativa. Posteriores acontecimientos parecieron alejar esta hipótesis, haciendo más plausible la idea de que, "sólo", se trataba de una incompetencia de la administración Obama, que milagrosamente fue salvada por una rápida iniciativa rusa.

Sin embargo, hechos que se van conociendo poco a poco, parecen aumentar las posibilidades de que la nonata operación norteamericana fuese en realidad un gambito -o un farol- de Obama desde el principio. Veremos por qué.

Hay un prestigioso analista norteamericano de nombre Raymond Prichett -utiliza el seudónimo de Galrahn- que en su blog ha colgado dos fotografías que demuestran que el submarino "Georgia" (SSGN-729) se encontraba en Diego García y en aguas del Índico durante todo el tiempo en que se contempló la operación de represalia contra al Assad.
El "Georgia" era el único submarino clase "Ohio" disponible, de los cuatro reconvertidos para llevar 154 misiles tomahawk. Hubiera sido factible que transitara a alta velocidad -invirtiendo en ello unas dos semanas- hasta la costa de Siria. Pero no lo hizo; permaneció todo el tiempo en el Índico.

 
Cuatro o cinco destructores, incluso ayudados por algún supuesto submarino de ataque norteamericano que operase en la zona, no suman un número comparable de misiles al de un solo SSGN. Es altamente improbable que, teniendo disponible este tipo de submarinos, los norteamericanos no lo utilizasen en las fases iniciales de un ataque contra un ejército como el sirio. Al menos en Libia, sí que se empleó extensivamente el "Florida", SSGN-728, responsable de mas de 90 de los 110 tomahawks disparados. El hecho de confiar casi exclusivamente en los destructores -especialmente con una agrupación rusa en zona- parece excesivamente arriesgado, debido al consecuente mayor tiempo de vuelo de los misiles con su correspondiente más alta posibilidad de ser detectados y derribados.

 
Tampoco estaba nada claro qué hacia el grupo de combate del portaviones "Nimitz" en el mar Rojo durante toda la crisis. O bien permanecía en posición de neutralización de blancos iraníes cercanos al Indico o entraba en el Mediterráneo y participaba -aunque fuera solo como disuasión- en lo de Siria. Pero en el mar Rojo no pintaba nada.
Menos aún hubo despliegue de aviación de ataque en Chipre, ni reposicionamiento de cisternas y alerta temprana/guerra electrónica que suelen acompañar estas operaciones, una vez que se ha ablandado la defensa aérea enemiga.

Todo esto pudiera indicar que el presidente Obama nunca consideró atacar de verdad y que confiaba que, o el Congreso de mayoría republicana o el Consejo de Seguridad de la ONU, vetarían la operación, cargando consecuentemente con las culpas, pero quedando "demostrada" la voluntad presidencial de restaurar su averiada credibilidad. Los rusos debieron olerse el bluff y reaccionaron a la velocidad de la luz (diplomática) a las palabras del secretario Kerry en Londres, con lo que todo se complicó un poco más.

Reconozco que todo esto es solo una hipótesis, pero espero haber convencido al lector que es bastante razonable. Por si fuera cierta esta maquiavélica operación, vamos a hacer unas pequeñas reflexiones sobre las operaciones de decepción operativa que pudieran ayudar al presidente Obama -ya flamante Nobel de la paz- a presentarse al premio Sun-Tzu (pendiente de establecer) sobre la sorpresa en el arte de la guerra.

La decepción (=engaño) a nivel táctico suele ser más efectiva que a nivel operacional. Recordemos si no, lo del caballo de Troya. Esto es así porque la decepción consiste en intoxicar varias antenas enemigas (con un sólo síntoma no se suele picar) y tiene fecha de caducidad, es decir no dura mucho tiempo. Tampoco debe recurrirse sistemáticamente a la decepción en las operaciones como demuestra ampliamente lo que ocurrió al pastor del cuento tras gritar ¡lobo! numerosas veces y espero podrían -adicionalmente- confirmar expertos jugadores de póker.
 
A nivel operacional, las operaciones de decepción tienen una grave dificultad añadida: que pueden, además, engañar o confundir a propios y aliados, a los que por motivos de seguridad se ha mantenido en la sombra. Puede que algo de esto pasara con el premier británico y el presidente francés que, aunque igualando en acometividad a nuestro Cid -pero al Campeador si que le seguían los suyos hasta después de muerto-, han quedado solos y desautorizados. "Daños colaterales" de estas operaciones de engaño.

Es evidente, también, que sólo deben emprenderse operaciones de decepción operativa en el seno de una línea de acción estratégica planeada. Lo que está sucediendo en Siria, y sus consecuencias con Irán, muestran síntomas inequívocos de improvisación.
¿Cómo acabara todo esto? Difícil de averiguarlo, aunque ya he dado mi opinión de que el premio Sun-Tzu no va de momento para Obama. Quizás se tenga que conformar con el de hijo predilecto del Kremlin, a otorgar por la asociación de diplomáticos rusos.

Ángel Tafalla

http://www.revistatenea.es
*Ángel Tafalla es almirante

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