Muchas veces, se crea la impresión de que “China es la culpable de todo”. Los datos apuntan al crecimiento metódico de su flota submarina y de superficie, al despliegue costero de misiles de precisión antibuques y a la creación de herramientas mejoradas a fin de perseguir objetivos marítimos e inutilizar los sistemas enemigos de comando y control.
Según especialistas estadounidenses, el principal objetivo es “denegar el acceso” a la Marina de EE UU en diversas regiones del océano Pacífico.
La expresión es técnica por naturaleza, aunque está repleta de un resentimiento latente. Después de todo, el “acceso” cotidiano a internet nos ha inculcado la creencia de que el mismísimo concepto es un derecho humano sagrado.
Entonces, si los estadounidenses necesitan “acceso” a aguas lindantes con cierto territorio, entonces, ¿cómo negárselo? Si, en definitiva, durante más de medio siglo bases navales, patrullas y agentes de inteligencia reunidos en las cercanías de la costa china han sido un asunto natural para los norteamericanos.
Los Estados Unidos (y sus fieles aliados) ejercen semejante fuerza —bajo la forma de seis grupos de portaaviones— como garantía de estabilidad política y prosperidad económica en toda la región asiática oriental, y para afianzar líneas internacionales de comunicación.
La mera sugerencia de que “un despliegue hacia adelante” podría parecer, a los ojos de los chinos o de otros, un acto de agresión y expansionismo resulta ofensivo para la psique estadounidense.
Según la interpretación oficial de Washington, el principio de libertad de navegación precisa que las zonas económicas que se extienden hasta las 200 millas de todos los países costeros se abran a las embarcaciones militares extranjeras.
Los Estados Unidos justifican su derecho de “acceder” a la costa china mediante la misma proposición. Cuando se les pregunta a los diplomáticos estadounidenses cómo reaccionaría su Gobierno ante la presencia de buques de guerra chinos en la zona económica exclusiva de los Estados Unidos, ellos afirman que no habría objeción alguna (aunque omiten señalar que China aún no puede emprender tal expedición).
Sin embargo, si la capacidad naval de China —y su control de los mares— continúa en crecimiento, ¿veremos dicha incursión en un futuro? Si eso sucediera, es de esperar que los Estados Unidos rápidamente revisara su política de aquiescencia.
Tensión en la zona y postura de Rusia   
Lo peor es que los problemas antes mencionados no solo afectan a las relaciones bilaterales entre los Estados Unidos y China. El nivel de tensión militar y política está incrementándose en todo el Asia Oriental. La pregunta que subyace es: ¿socavará la rivalidad entre las dos potencias la estabilidad regional, sin la cual el crecimiento y la integración de las economías de Asia Oriental se irían a pique? 
Rusia, que posee planes de explotar el potencial económico de Siberia y su Lejano Oriente en cercana cooperación con sus vecinos asiáticos, tiene algo que analizar con detenimiento. 
En especial, que cualquier escalada de la tensión entre los Estados Unidos y China no persigue los intereses nacionales de Rusia y no se ajusta a su programa integral de modernización. Resulta tranquilizador que muchos otros países de la región compartan esta postura. En consecuencia, existen esperanzas de que se produzca un diálogo multilateral sobre la seguridad asiática, apuntalado por las acciones conjuntas y los acuerdos. 
Mientras Rusia siga ganando importancia en la esfera internacional, su contribución en este asunto será cada vez más vital —en términos económicos, políticos y militares—. En este contexto, la modernización de las Fuerzas Armadas Rusas  (incluida la Flota del Pacífico) llega en el momento indicado. 
Por otra parte, dada la incertidumbre que se espera en futuro, ¿cómo podemos afirmar que ningún conflicto peligroso asomará en las fronteras del Lejano Oriente del país? En dichas circunstancias, es un deber garantizar que ningún tipo de confrontación —por más hipotética que sea— pueda salpicar el territorio ruso. 
Víctor Sumski, Doctor en Historia y dirige el Centro ASEAN del Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú (MGIMO), dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores Ruso.

Fuente: AP
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