viernes, 7 de diciembre de 2012

El destino del regimiento “José Bonaparte”

 

 



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Para los seis oficiales franceses y los cuarenta y nueve soldados españoles –lo que quedaba del regimiento “José Bonaparte”– la campaña de Rusia de 1812 estaba a punto de terminar.
Estaban cerca de Kovno (Kaunas, Lituania), a la vista de la frontera del Imperio Ruso, agotados y decepcionados. A diferencia de sus camaradas franceses, los soldados españoles lucían uniforme blanco con ribetes verdes y en la placa del chacó estaban grabadas las iniciales: “JB”. 
Las tribulaciones de estos españoles habían comenzado en 1807, cuando el rey Carlos IV, decidió enviar tropas de apoyo al ejército francés que combatía en el Norte de Europa. 
Mientras tanto, en España los acontecimientos se precipitaban. El 6 de junio de 1808, los borbones se vieron obligados a abdicar y el trono pasó a manos del hermano de Napoleón, José Bonaparte. En Dinamarca, gran parte de fuerza expedicionaria española se mantuvo fiel a Carlos IV y tomó el puerto danés de Nyborg para regresar a la patria. No tuvieron éxito y todos fueron reducidos y hechos prisioneros. 
Sin embargo, la Grand Armeé de Napoleón era un monstruo fagocitador de hombres y necesitaba de efectivos frescos desesperadamente para sus planes de expansión, aunque fueran prisioneros insurrectos. En otoño de 1908, el general francés Jean Kindelán, que había estado al mando de las tropas españolas insurrectas conformó un cuerpo de combate español con los hombres que se habían mantenido fieles al emperador y muchos de los tres mil quinientos prisioneros de Nyborg. Era el 13 de noviembre de 1809 y por decreto de Napoleón nacía el regimiento “José Bonaparte”. 
José Bonaparte solicitó que el regimiento volviera a España para servir a su causa en las revueltas internas, pero esta solución se descartó por la inestabilidad que podría crear un cuerpo armado español luchando por intereses franceses en suelo español. Finalmente, la unidad fue desmembrada y sus partes terminaron luchando bajo mando francés en Italia, Países Bajos y Alemania… 
En realidad, el principal motivo que guiaba a los soldados españoles al alistarse era la posibilidad de desertar cuando el curso de la guerra les llevara cerca de su tierra. Pero muy en contra de estos deseos, a mediados de 1812, el estado mayor francés decidió incluirlos en la campaña de invasión de Rusia. 
El regimiento José Bonaparte era sólo una pequeña parte del ejército multinacional que era la Grand Armeé del emperador de Francia. A Rusia marcharon alrededor de seiscientos mil hombres, de los que más de la mitad eran tropas extranjeras, en su mayoría cedidas obligatoriamente por los países aliados de Francia, entre los que se encontraba España. Sin embargo, y a pesar de su fundamental aportación en las victorias, Napoleón nunca llegó a confiar en estas tropas extranjeras, algunas a sueldo mercenario, y las despreciaba. El brillante estratega era, a su vez, un general de soldados, experto en enardecer la moral de sus soldados, pero sus arengas patrióticas solamente iban dirigidas a los soldados franceses, mientras que las legiones y destacamentos extranjeros eran considerados carne de cañón barata, materia prima para ser empleada en las tareas más ingratas y peligrosas. Y esta era la tesitura en la que se movieron los hombres del “José Bonaparte”, ocupados en tareas de zapa y refuerzo de vías de comunicación, cuando no de ser el objetivo de los obuses de la artillería enemiga. 
La mañana del 24 de junio de 1812, los primeros hombres del regimiento español cruzaban el río Neman, que delimitaba la frontera con Rusia. A partir de ahí comenzaron un duro y tortuoso camino que les llevaría a tomar parte de forma poco activa en batallas tan decisivas para el curso de la guerra como, la de Smolensk, o la de Borodinó que les abriría las puertas de Moscú. 
Posteriormente, ya en plena retirada, con el ejército ruso del general Kutúzov azuzando la retaguardia, participaron activamente en las catastróficas batallas de Krasnoi y la del río Berézina, donde la Grand Armeé en general, y el regimiento “José Bonaparte”, en particular, sufrieron las mayores pérdidas de la campaña rusa. 
Soldados vestidos de vivos colores asaltando un puesto enemigo, fusil en mano, anticipando las vistosas cargas de los granaderos a caballo. Esta fueron escenas poco habituales, raras, surgidas de la fuente creadora de mitos de la literatura y la pintura patrióticas. 
La realidad resultó bien distinta: en las Guerras Napoleónicas participaron alrededor de 4,5 millones de hombres y perdieron la vida 2,5 millones, de los cuales solamente ciento cincuenta mil cayeron en combate. 
La Campaña de Rusia fue una guerra sucia, gris y cruel, ausente de todo romanticismo. La mayoría de los hombres del “José Bonaparte” se quedaron en las cunetas del camino, derrotados por el hambre, el frío, las enfermedades y las muchas penalidades. En los raros combates, machacados por el masivo fuego de artillería enemigo. El combate directo arrojaba pocas bajas: entonces las balas eran casi testimoniales, ya que sólo cinco, de cada mil disparos, daba en el blanco. 
También fueron víctimas de las brutalidades de la cruel guerrilla local durante la desbandada hacia casa y de las tierras yermas ya desoladas. Uno de los grandes dramas del ejército napoleónico en Rusia fue que hizo el mismo camino de ida y de vuelta. Y en este punto hay que resaltar la condición de ejército regular, no profesional (sólo los oficiales recibían remuneración), y pobremente abastecido se daba al saqueo vandálico para su supervivencia. Estas prácticas habían sido prohibidas desde la devastación que causaron en tierras alemanas durante la Guerra de los treinta años en el siglo XVII, pero general francés las recuperó y utilizó la posibilidad de enriquecimiento como acicate para sus tropas, y no sólo para la soldadesca... Y los rusos se las hicieron pagar todas juntas. 
Reducido a su más mínima expresión, el regimiento “José Bonaparte” llegaba exhausto a su base en Marienwerder (Brandeburgo) el día de nochevieja de 1812. La guerra había resultado un absoluto fracaso y el cuerpo español se había dejado en ella al 96 % de sus hombres. 
Pero no todo fueron muertos y heridos en esta historia: muchos de los soldados, movidos por la desesperación o por intereses personales, optaron por pasarse al bando ruso. Con ellos el ejército ruso formó un regimiento español, el “Imperial Alejandro”, en honor al soberano ruso, que se encargó de perseguir a sus antiguos camaradas de la Grand Armeé en su retirada. 
El regimiento español “José Bonaparte” dejó de existir en 1813 después de ser revitalizado y de guerrear por tierras alemanas casi un año más. Curiosamente, como unidad militar nunca estuvo en España. No así, el “Imperial Alejandro” que, en verano del 1813 fue embarcado desde la base de la marina rusa en Krondstadt en barcos ingleses con rumbo a España. 
Casi siete años después, aquellos hombres, después de una larga singladura de sufrimiento y guerra, volvían a casa.

jg/kg
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