miércoles, 13 de junio de 2012

Desaires

 

   
Mientras siguen los incidentes, parece que se reinician las conversaciones entre los pescadores de la bahía de Algeciras y las autoridades de Gibraltar sobre la pesca en aguas cercanas a la Colonia, para recuperar el acuerdo de 1999. Con independencia de lo que salga de estas negociaciones, reconozco que cuando vi la foto de los ministros de Exteriores de Reino Unido y España, durante la reciente visita de este último a Londres, remitiendo la solución del conflicto al ámbito local, tuve la sensación de que nos van a volver a engañar.
Cuando la Reina Sofía suspendió, por iniciativa del Gobierno, su viaje al Reino Unido con motivo de las celebraciones del 60º aniversario del reinado de Isabel II, la prensa del país socio y aliado -iba a decir amigo, pero me he vuelto atrás porque en las relaciones internacionales es muy difícil hablar de amigos y menos cuando se trata del Reino Unido, que sólo contempla intereses en ese ámbito- habló de desaire. Es probable y comprensible que a la Casa Real y al Gobierno británicos no les sentara bien, que incluso nuestra Reina tampoco se sintiera cómoda, pero también es lógica la postura española, desairada permanentemente durante más de 300 años.
Los encontronazos y desacuerdos en los últimos días tienen seguro que ver con los cambios de gobierno en España y en la colonia, pero no dejan de ser más que la continuación de las desavenencias que la anacrónica situación de Gibraltar viene acarreando desde que en 1704 la Roca fue tomada por tropas angloholandesas y en 1713 cedida a Gran Bretaña en virtud del Tratado de Utrecht y en los términos que en él se contemplan, aún en vigor por mucho que la propaganda británica y gibraltareña se empeñen en desvirtuarlo.

 

Porque si de "desaires" hablamos, el primero sería la propia toma de Gibraltar (1704) en nombre de S.M. Británica por el Almirante Rooke, a pesar de que la fuerza anglo-holandesa al mando del Duque de Hesse-Darmstadt combatía en nombre del Archiduque Carlos, pretendiente a la corona española. Después del Tratado de Utrecht (1713), la relación de "desaires" es larga. Empezando por los intentos de ganar terreno hacia el Norte casi inmediatamente después de la firma del Tratado (la toma de la "Torre del Diablo" y el caserón "el Molino").
Si omitimos el período hasta el último intento de reconquistar la Roca en 1783, tenemos la destrucción consentida (1810) de las defensas que España había construido al norte del istmo ("Línea de Gibraltar" en 1730/1735), la ocupación permanente de la zona neutral tras las epidemias de 1815 y 1854, la construcción de la verja (1908) englobando parte de la zona neutral en territorio español, la construcción del aeropuerto en esa zona (1938) invadiendo aguas españolas, las sucesivas ampliaciones del puerto a costa de las aguas españolas, etc.
O ya por hablar de ahora mismo, la anunciada visita del príncipe Eduardo a Gibraltar o los recurrentes incidentes en las aguas próximas al Peñón, como el que se ha suscitado estos días a propósito de los pescadores de la bahía de Algeciras tras la ruptura del acuerdo de 1999, alegando normas medioambientales gibraltareñas, no europeas, y curiosamente tras la intención manifestada por España de sustituir el foro de diálogo tripartito por una mesa a cuatro bandas, incluyendo representantes del ámbito local español en contrapeso a la representación gibraltareña. Cabría preguntarse quién sería esa cuarta banda ¿un representante de Algeciras, La Línea, San Roque, Los Barrios, la Mancomunidad de municipios del Campo de Gibraltar, la Junta de Andalucía? Sin que la respuesta esté clara, dada la propensión que siempre tenemos a no ponernos de acuerdo ni para los temas importantes, véase la muestra de Algeciras y La Línea, con regidores de distinto color político, manteniendo posturas distintas frente al conflicto actual con los pesqueros.

La historia de Gibraltar es pues una historia de desaires pero sobre todo es la constatación de un fracaso, el de España para hacer valer sus derechos en virtud del Tratado de Utrecht y, desde 1960, de diferentes resoluciones de Naciones Unidas. Frente a la política zigzagueante española, la más coherente de hechos consumados y de presión coordinada británica y gibraltareña aprovechando la descoordinación y los momentos de debilidad españoles,-y este de ahora lo es-, o de negociación interesada para conseguir algo a cambio de nada, eso sí siempre con buena cara y en perfecto inglés.
El año que viene se cumplirán 300 años de la firma del Tratado de Utrecht, ¡qué ocasión tan redonda sería para escenificar la retrocesión a España! Pero no nos engañemos, Gibraltar no se nos devolverá hasta que el Reino Unido quiera de verdad hacerlo y eso va a ser difícil que suceda por sus intereses sobre la base militar y los dispositivos que aloja y el apoyo tácito de EEUU, que lo ve como un aliado más fiable en esa zona de importancia estratégica. Más bien seguirá utilizando a la población española del Campo de Gibraltar como "rehén", y como argumento los "deseos" del pueblo gibraltareño -a quien le interesa mantener su estatus particular dentro del Reino Unido como paraíso fiscal y sede de todo tipo de negocios más o menos confesables, bien bajo la UE cuando interesa y si no bajo sus normas particulares- y se aprovechará de las facilidades que España les brinda por su proximidad geográfica y sus continuas concesiones.
Frente a ello, a España no le queda más que mantener su lucha por el "fuero" en las instancias internacionales, al tiempo que no debe dudar en hacer patentes nuestros derechos y la protección de nuestros intereses, entre ellos los intereses legítimos de nuestros pescadores, mediante la presencia rutinaria de nuestras lanchas y patrulleros de vigilancia de la GC y Aduanas y de los barcos de nuestra Armada, y el ejercicio de las funciones que les corresponden en nuestras aguas de soberanía, con instrucciones claras de actuación ante cualquier eventualidad.
No es el aniversario del Tratado una fecha para celebrar pero sí para recordar los 300 años de desaires sufridos y podría servir de excusa para elaborar una serie de documentales sobre la ocupación de Gibraltar, las circunstancias que llevaron a la firma del Tratado, la evolución histórica posterior con sus hitos más importantes y el anacronismo que representa, 3 siglos después, la última colonia en territorio europeo.

Fernando Armada

http://www.revistatenea.es

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